La danza como forma de movimiento corporal, se
mimetiza entre las relaciones interpersonales que el ser humano va construyendo
desde su cotidianidad, no obstante, su lenguaje desde el arte, significa un
todo corpóreo en donde el vaivén rítmico, arrítmico, simétrico y asimétrico,
resignifican el sentido de pertenencia desde otro espacio que no es la realidad,
aunque sí, la espejea sincrónica, diacrónica y anacrónicamente, en el tiempo y
el espacio.
En general, la danza posibilita el empoderamiento
del sujeto y se transforma de tal manera que, bailar degusta la sensación de
libertad en un contexto escénico, y dicha sensación, acaso, acude al sentido
irracional en su modo placentero.
La relación de la danza folklórica mexicana con su
entorno social, hace virarnos al folklor alrededor del mundo, cuyo común
denominador es, el entrelazamiento de sus culturas, es decir, la idea de
pertenencia en su espacio vivencial y en donde se gestan interlocuciones en
permanente para la construcción de sus propias costumbres. La danza folklórica
-quizá- cuenta con esa distinción que la hace diferente entre otros tipos de
danzas (ballet, contemporáneo, experimental), sigo con este hilo para comentar
que, bailarlo simboliza una integración de varios factores: La técnica (la
mayoría de las danzas la tienen), el sentido consciente o subconsciente del
origen del folklor, lo cual hace justificar el empoderamiento del cuerpo en la
ejecución del baile desde otra perspectiva, que tiene que ver con la relación
cultural en la sociedad, pero al mismo tiempo el escenario, la coreografía, el
vestuario, incluso las relaciones entre los bailarines en el acto, hacen
fortalecer esta idea de pertenencia e identidad en su producción escénica, por
lo que, en ese sentido, también se gesta
cultura en el acto artístico.
Vivir la danza folklórica hace transportarme al
maestro Omar Rojas, una persona profesional interdisciplinaria en el arte, y a
propósito de la idea de pertenencia y empoderamiento, él, es el vivo ejemplo de
ello. Lleva en sí mismo, el gusto natural por bailar y transmitir sus
conocimientos, lo anterior traducido en la pasión que seguramente afirmó desde
su propio aprendizaje (me imagino que así fue), pero también como bailarín y
desde luego, en la pedagogía. Omar se traduce en la integración sistemática
desde la disciplina teórica y práctica, sin soslayar su impregnada pasión. La
experiencia que tuve en sus clases, sin duda, es la misma en muchos alumnos que
han pasado por su aula; uno llega a sus clases con una idea diferente, quizá
pensando que también tenemos gusto, disciplina y pasión, -seguramente sí, pero
desde otro perspectiva- no obstante, cada clase que tenemos con él, hace que
deconstruyamos esa idea para reconstruirnos en otra manera de ver la danza, esa,
como la que les conté antes.
El primer módulo fue satisfactorio por lo aprendido,
incluso surgieron varios cuestionamientos sobre la danza folklórica: desde la
ejecución y la teoría, encaminados éstos,
a cómo ser mejor cada día en esta disciplina con, la referencia del maestro Omar
y los demás maestros que nos compartieron su conocimiento, los que espero
sigamos encontrando en el camino y por qué no, también con la referencia del
maestro Zamarripa, y de otras personalidades que se han empeñado en vivir la
danza desde otras realidades.
Termino comentando que la sistematización y
profesionalización en la danza, es una premisa para el arte, y eso, en parte,
nos lo transmitió el maestro Rojas.
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