Llegamos mi hija Artemisa y yo, al “Charco” por allá, en Valle de Santiago, Guanajuato. Un rancho en donde la comunidad usa bocinas colectivas para informar-se, desde el comercio, hasta lo político. ¿Regilioso?, no, eso no, pues en general en el rancho de “El Charco” su gente no es religiosa, -curioso, ¿verdad?- y en lugar de festejar a algún “Santo” su mayor fiesta tradicional es dedicada al líder campesino “Domingo Ledesma”, quien luchó en esa parte del bajío contra los hacendados para que les regresaran, sus tierras. Claro, toda su lucha fue inspirada en la del General Emiliano Zapata. Una comunidad llena de historia, de lucha y de resistencia. Pues en la actualidad, el índice de violencia en ese lugar es mínima. Tanto, que los pobladores aún dejan sus casas a puertas abiertas, no importa si es de día o de noche. Ellos –Aún y ojalá sea para siempre- ellos, no se preocupan por la delincuencia, por lo menos en su comunidad no, más no así, se sienten tranquilos por lo que pasa fuera de su lugar.
De lo que no pudieron escapar, es de la emigración de gran parte de su gente, a los "Yunaites”. Corrieron –como es común, en la mayoría, de los lugares en México-, gracias a la pobreza, ocasionada –entre otras cosas- por la pocas, casi nulas oportunidades de trabajo, y en el campo, ¡ja!, ni se diga, por el soslayo cínico que tiene el poder político para nuestros hombres bordadores de la tierra, pero también por la histórica corrupción de nuestros dizque representantes políticos.
Me hubiera querido quedar más, mucho más tiempo, inmersa en la gente, tal vez para mimetizarme y sentirme una de ellos y así poder mirar y sentir desde sus ojos y su corazón. En fin, estas emociones acompañadas de la historia reviven momentos, de otras historias, a donde mis necios pies me han llevado, la montaña, en Guerrero, o aquí mismo en Morelos. Y entonces, uno quisiera recorrer cada lugar del mundo, para contextualizar los pasos sabios de quien se aprende a ser persona, sin dejar de mirar los pasos perversos que han colaborado para que esta vida sea miserable, sí, para los más, los que estamos aquí abajo. No somos nada, pero sí, podemos prestar nuestros ojos y voz de lo que uno va recogiendo, y en ese sentido nuestra mirada puede ser y servir a otros y otras; pero hoy, me conformo con lo que mi hija Artemisa aprendió en este corto viaje; ahora sé, que la mirada de ella, es diferente. -¿Y por qué, no...? algún día, la del resto de los infantes-
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Mi ranchito lindo!!! Gracias por tan lindos comentarios.
ResponderEliminarGracias a ustedes por si generosidad. "El Charco" #LugarEjemplar
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