No podemos ignorar el lenguaje que
intercomunica el cuerpo con el movimiento; la importancia de esta dualidad es
crucial para hacer consciente la pertenencia de la ejecución de éste. En el
caso de las personas que bailan, también se posibilita la gestión identitaria en
el proceso de la producción dancística: desde la identificación primaria de los
movimientos aleatorios hasta la puesta en escena. La idea de pertenencia en las
y los bailarines, sí, y solo sí, se complementa con la interpelación en el
escenario; de tal manera que su lenguaje no se limita al tiempo y espacio entre
el sujeto y sus movimientos, sino que al exponer el cuerpo bailando al
espectador, probablemente la danza se condicione en un carácter sistémico
tripartita (cuerpo, movimientos y espectador); con ello, se vuelve un proceso
permanente en la construcción de cada puesta en escena, pero también, el cuerpo
experimenta el mismo proceso deconstructivo, constructivo e interactivo.
Resulta pues, indispensable el análisis de los movimientos en la danza, cuyo objetivo acaso será la permanente concientización entre el cuerpo y el movimiento para que quizá, el camino siga hacia una idea de pertenencia e identidad dancística.
Resulta pues, indispensable el análisis de los movimientos en la danza, cuyo objetivo acaso será la permanente concientización entre el cuerpo y el movimiento para que quizá, el camino siga hacia una idea de pertenencia e identidad dancística.
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