Su memoria se atomiza dirigiéndose a sus recovecos con álgida insistencia de armar el rompecabezas de su corta vida, no quiere perderse nada.
La hora ha llegado y
vuela a donde él está.
Sus alas la sostienen por un instante para detener su camino a las mil y una muerte, se persuade y sus pies de plomo con halo taciturno la regresan confundida. Intenta caminar con lenguas retorcidas y ángeles confundidos, deambula entre la inmediatez resonante entre dos muertes,
su sobrevivencia y él.
Repentinamente desvía su camino y se aferra a los lugares
donde lo vio feliz, entonces, recoge sus trozos del corazón con la ilusión de
renacerse con él, quizá sus recuerdos en soledad acudan a su juventud, en
tanto, su memoria lo recibe en paz con su esencia entre algodones…
… El mejor remedio para
curar su alma.
Con cariño, para Wendy y Jona.