lunes, 26 de julio de 2021

Una mirada a “Las armas del alba”




“Todo tenía el mismo olor, la misma calidad de  silencio, de espera” 
 Paco Ignacio Taibo II

                                                                                   

         
Lo mismo, acaso peor, “No dejemos de sorprendernos”  porque así, posibilitamos la mirada permanente la indignación social y entonces tendremos el deber de actuar.

Carlos Montemayor, en su libro, “Las armas del alba” nos asoma al norte del país, allá en Madera, Chihuahua, en el año 1965. Nuestra mirada se dirige a los antecedentes  de los movimientos guerrilleros en México; y sí, también a las ya conocidas formas de respuesta del gobierno ante el reclamo de algunos sectores de la sociedad. Además a través de este cortometraje escrito, uno hace del pensamiento un fluido diacrónico y entonces quizá el inconsciente hubiera querido leer que desde entonces a la fecha las cosas han cambiado, pero no, las gotas de lluvia siguen cayendo enlodadas y rellenas de miseria política.

Ramón Mendoza,  Salomón Gaytán, Arturo Gámiz, Florencio Lugo, Lupito Escóbel, Martínez Valdivia, Oscar Sandoval, Pablo Gómez, Antonio Escóbel, Miguel Quiñones, Emilio Gámiz, Paco Ornelas; personajes del libro nos hacen pensar que sin duda son ellos los que ahora están, los mismos normalistas, los mismos maestros en lucha, los mismos otros que siguen de pie apelando justicia y aquéllos como éstos, son tercos incansables en la búsqueda de un mundo mejor.  

Allá en Madera, el 23 de septiembre de 1963, -Fecha que según cita el autor- esos menos, ‘guerrilleros’ decidieron atacar el cuartel militar, aunque sabiéndose pocos, la rabia y las injusticias del gobierno los obligó a hacerlo. Pero a la vez los alentó para decir basta. Quizá, en algunos de ellos la realidad los alcanzaba en el fracaso, pero la esperanza los colocaría en el triunfo. No obstante, pesó la realidad permanente y ante un escenario salvático en donde "la ley del más fuerte" transforma la vida en muerte ocasionada por las balas del enemigo, pero no se conforma con solo matar, hay que masacrarlos antes de morir. Y es ahí cuando a una, como a muchos de ustedes, se nos sale el corazón de tanto remiendo por todas las tragedias causadas por el Estado. Cito un fragmento de “Las armas del alba”


“En la plataforma descubierta, iban tendidos los ocho cadáveres, de los atacantes al cuartel. Se movían de un lado a otro los cuerpos, conforme las piedras y los hoyancos de la calle sin pavimento, dificultaban o facilitaban el avance del camión…-Son gavilleros muertos –contestó el sargento-… -El camión recorre las calles como escarmiento para los simpatizantes de los gavilleros.”

Nada ha cambiado, desde siempre la mano derecha del Estado -el poder coercitivo- ha hecho su trabajo, acorralar, intimidar, matar, meternos en cintura pues, así de fácil. Esta histórica insolencia de aplastar y desaparecer a los “revoltosos” que incomodan a los que se dicen nuestros representantes políticos, se sigue dando. Y a propósito del contexto del texto aquí escrito, cito un párrafo de Paco Ignacio Taibo II de su libro “Desvanecidos difuntos” Novela inspirada en una de tantas rebeliones de los maestros oaxaqueños y chiapanecos
“Todo verificado. Medardo estuvo en el bautizo, no había rueda de la fortuna, no tiene chaleco, y al muerto nadie lo vio muerto, todo lo contrario. Pero imposible sacarlo de la cárcel. El juez es un panzón que está sordo, nomás oye cuando le gritan desde arriba, y puras cárceles de papeles. Aparecieron informes del ministerio público que dizque levantó el cadáver, informes de testigos, fotos de las balas, ¿Cuáles balas?, quién sabe, pero unas balas y como los expedientes se hacen con papeles….Hasta una pinche, con perdón, una pinche foto de la pinche rueda de la fortuna, que aunque les demostráramos que no estaba allí ese día, la foto estaba en el expediente, como si probara un carajo.”
¿Lo ven? sí, seguramente sí. Aquí en México nunca pasa nada, las muertes, las masacres, las personas desaparecidas, los abusos, la infamia encarnada en los desdenes del poder político y acaso será mejor decir, poder “narcopolíticoeconómico”, (sí, así se lee mejor), repito, la infamia encarnada en los desdenes para los más, es decir, los vulnerables; por supuesto para los inconformes, para los que no se quedan callados. Todo ello, son eventos invisibles para esos a los que les corresponde responder, ¿Acaso no son ellos los que nos representan? ¡Patrañas!, más vale estar solitos que mal representados. “Para TODOS TODO” ¿Qué, no?

Y estas letras, que sean un pretexto para seguir  exigiendo la aparición de los estudiantes de Ayotzinapa. Son ya, 2,464 días de desaparecidos, ¿dónde están? Los queremos de regreso.



*Texto escrito en tiempos de Enrique Peña Nieto.

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